viernes, 18 de abril de 2008

¿INTOLERANCIA HOMOFÓBICA O PRUDENCIA OPORTUNA?

La semana pasada se ha hablado en los diarios y en la TV acerca de la separación de una profesora y conocida periodista lesbiana, de la universidad en que trabajaba, como consecuencia de las quejas de los padres de algunas de sus alumnas. La acción tomada por la universidad ha sido criticada en los medios como una actitud de intolerancia homofóbica frente a lo que hoy suele llamarse “diversidad de opciones sexuales”.

Los argumentos esgrimidos son deleznables ya que las personas de diferente “opción sexual” son muy proclives a inducir a otros en sus prácticas. Recuérdese el caso de los curas pedófilos en los EEUU –que ha sido puesto nuevamente en el tapete en estos días por la visita del Papa a ese país. Como las investigaciones pusieron de relieve, no se trataba propiamente de un fenómeno de pedofilia, sino de la proliferación de sacerdotes homosexuales en la Iglesia Católica de ese país, que eran protegidos por obispos de la misma tendencia, y que buscaban satisfacer sus impulsos con quienes, por su edad, estaban más expuestos a sus avances. Esa era una plaga que infestaba también a los seminarios diocesanos desde la década del 80.

El Vaticano, con justa razón, exigió a los obispos americanos que los sacerdotes de tendencia homosexual fueran excluidos de colegios y parroquias y asignados a otras tareas en que no tuvieran contacto con niños y adolescentes. Obligó también a renunciar a uno que otro obispo conspicuamente involucrado, incluyendo a un cardenal. A su vez dictó normas estrictas para no admitir en los seminarios a postulantes en quienes se detectaran inclinaciones desviadas.

Es obvio que los padres de la universidad en cuestión hicieron muy bien en dar la voz de alerta, y es muy probable que, pese a las críticas de los medios –que ya sabemos quién las mueve- tendrán que hacerles caso, si es que la institución no quiere perder alumnos y desea salvaguardar su prestigio.

Es sorprendente que periodistas y autoridades, que incluso se precian de su fe católica, o que tienen familias normales, e hijos e hijas, hayan salido en defensa de la profesora. ¿La contratarían como profesora particular de sus hijas? Lo dudo mucho.

La profesora incriminada hace alarde de su orientación. Ella escribe una página semanal en un tabloide local en la que hace apología abierta, con detalles procaces, de una sexualidad perversa y promiscua, además de tener un blog en la web de contenido similar. Ese solo hecho la descarta como profesora de colegio o universidad.

Es necesario hacer, sin embargo, una distinción clara entre el respeto que toda persona merece en consideración de su Creador, indiferentemente de su orientación sexual, y el rechazo de ciertas prácticas que siempre fueron consideradas reprobables por ser contrarias a la naturaleza, y a las que la palabra de Dios llama vergonzosas y abominables. No lo son menos hoy día pese a la buena publicidad y a la aceptación mediática de que gozan.

jueves, 17 de abril de 2008

MALTRATO DE LA MUJER

En días recientes han ocurrido tres casos de maltrato de la mujer que han tenido bastante resonancia y que son muy ilustrativos de la mentalidad que prevalece entre nosotros. pero que han recibido tratamientos diferenciados de parte de las autoridades involucradas. En un caso un jugador de fútbol se atrevió a insultar de mala manera a la mujer que arbitraba el partido. Fue expulsado de su equipo. En otro un juez superior fue acusado de acosar a su secretaria. Ha sido destituido gracias a la presión de la opinión pública. El tercero, en que una cadete de las Fuerzas Aéreas fue violada por un compañero, parecía que no iba a ser sancionado como se merece.
Gracias a la intervención del ministro de Defensa el violador ha sido expulsado de esa arma.

Los que son condescendientes con estos abusos niegan los derechos fundamentales de la víctima, e ignoran que la violación es un delito grave que atenta gravemente contra la persona. En verdad, más que delito ese acto debería ser catalogado entre los crímenes por las consecuencias duraderas, a veces, irreparables que produce en la psicología y salud mental de la persona violada. Las penas que la sancionan son demasiado débiles y deberían ser aumentadas, en casos como el mencionado, a por lo menos veinte años de prisión.

Parafraseando a Vallejos podríamos decir que en el campo del respeto de la mujer hay en nuestro país muchísimo, muchísimo que hacer. Esos tres casos son paradigmáticos del desprecio que el peruano siente por el sexo opuesto, a cuyos miembros considera casi como un coto privado de caza.

Veamos algunos ejemplos. Cuando una mujer joven se acerca a una oficina o despacho donde atiende un hombre, éste suele tutearla de frente. ¿Quién lo ha autorizado? Yo creo que ninguna mujer debería permitirlo, y para prevenir que su reacción pueda causarle dificultades en la gestión que vino a hacer, el tuteo no autorizado debería ser considerado como maltrato al sexo femenino y ser pasible de queja.

Un piropo bien dicho puede halagar a una mujer, pero el ser perseguida con piropos o frases de doble sentido por un hombre en la calle, es una grave falta de respeto y produce angustia en la mujer que lo sufre. Debería ser pasible de denuncia y objeto de sanción.

Con mucha frecuencia el peruano que sale con una mujer cree tener derecho a solicitarle favores sexuales y reacciona airadamente si ella se niega. Más aún si la mujer es divorciada, viuda o madre soltera. Pareciera que esta condición diera carta blanca al hombre. Es como si los hombres se creyeran dueños del cuerpo de la mujer y tuvieran derecho a “sobrepasarse” con ella.

Pero el peor de los abusos es que los hombres crean que la naturaleza les autoriza a engendrar hijos en más de una mujer, a la que con frecuencia después abandonan porque no quieren, o no pueden, sostenerla. Lo que no les impide embarazar después a otra. O si tienen los medios se creen con derecho de sostener varios hogares simultáneos. Eso lo consideran una prueba de hombría, cuando es más bien una prueba de irresponsabilidad y de cobardía frente a los hijos, porque la ausencia del padre suele dejar profundas huellas negativas en la autoestima de esas inocentes víctimas. He ahí una de las causas principales de la gran inseguridad que sufre el peruano medio.

La superación del machismo en nuestra sociedad debería comenzar por enseñar a los hombres a ser hombres de verdad, es decir, a ser responsables y asumir valientemente las consecuencias de sus actos, no a tratar cobardemente de escabullirlas.