martes, 27 de diciembre de 2011

LA NAVIDAD SIN JESÚS

(Publico en este blog, por considerarlo pertinente, un artículo escrito por mí hace unos cinco años)

Dentro de unos días (al momento de escribir estas líneas) nosotros en el Perú, y miles de millones con nosotros en el mundo entero, vamos a celebrar la Navidad.

Es la fiesta más popular del año en esta parte del planeta, la más alegre, la más festiva; la fiesta del intercambio de regalos, de los abrazos y de las reuniones en familia; la fiesta de los niños, en la que los almacenes y las tiendas de juguetes hacen su agosto.

¿Qué es lo que celebramos? Mucha gente ni lo sabe. No sabe lo que celebran, lo han olvidado o no le dan importancia. Para ellos, si lo recuerdan, es un detalle secundario.

Pero para nosotros, y espero que también para ti, amable lector, sí es importante porque sabemos muy bien lo que celebramos.

Más allá de la cuna y del pesebre, de los pastorcillos y del canto de los ángeles, más allá del niño y de sus padres representados en los "nacimientos", celebramos la irrupción de la divinidad en la esfera humana, celebramos un acontecimiento extraordinario, casi inverosímil, celebramos el día en que Dios se hizo hombre: "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros." (Jn 1:14)

Celebramos algo que los filósofos antiguos, que creían en un Ser Supremo, creador del universo, consideraban ontológicamente imposible, tan grande es la distancia que separa a la divinidad de la humanidad, una distancia infinita, infranqueable según ellos; celebramos algo que para los musulmanes es blasfemia tan sólo pensarlo.

Pero nosotros sabemos que no es fantasía, ni sueño ni leyenda. Sabemos positivamente que el Hijo de Dios se hizo hombre, se despojó -como dice Pablo- de su "forma de Dios (si es que Dios tiene forma)... y tomó forma de siervo, hecho semejante a los hombres." (Flp 2:6,7).

El Verbo, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, se acercó humildemente a nosotros, y nos dijo: "Yo quiero ser como uno de vosotros. Quiero compartir vuestra vida, vuestros dolores, vuestros sufrimientos y angustias, vuestros alegrías y vuestras ilusiones. Quiero que me conozcan como yo os conozco, como conocéis a vuestros hermanos y familiares, como conocéis a vuestros vecinos."

Sí. Eso es lo que celebramos. El acontecimiento más grande de la historia, el acontecimiento que cambió el destino de la humanidad, que le dio un nuevo rumbo.

Eso lo sabemos tú y yo. Pero ¿lo sabe el resto de la gente que celebra la Navidad?
¿Donde están en la televisión, en los diarios, en la radio, en las revistas, las palabras conmovidas que lo señalen, que lo anuncien, que lo celebren, que lo comenten?

Si algo anuncian los periódicos, en páginas a todo color, es la multitud de regalos y de juguetes, que se ofrecen a buen precio para saciar la avidez de comprar que se apodera de la gente en esta temporada navideña.

¿Dónde está Jesús, nuestro Maestro, nuestro Salvador, en todo este barullo? No está en ninguna parte, apenas se le menciona. Jesús está ausente en la fiesta de su cumpleaños.

Es como si tus familiares y tus amigos se reunieran en tu casa, para festejar "tu santo", pero a ti no te invitaran. Peor, si quieres participar de la fiesta, de "tu" fiesta, te cierran la puerta, y te botan de mala manera gritando: "A ti no te queremos aquí. ¡Vete!"

Pero tú, amable lector, si no en tu casa, al menos en tu corazón, ¿vas a celebrar la Navidad con el "dueño del santo", o le vas a cerrar también frívolamente la puerta?

viernes, 16 de diciembre de 2011

EN QUÉ IDIOMA HABLABA JESÚS

Miraflores, 16 de diciembre, 2011

Señor Director
Diario La República
Pte.

Estimado Señor Director:

Quisiera hacer algunas precisiones a la interesante e informada nota del Sr. Eleazar Ramos, publicada el lunes pasado, en respuesta a la pregunta: ¿En qué lengua hablaba Jesús? Antes del exilio babilónico, ocurrido a inicios del siglo VI AC, los judíos hablaban hebreo. Durante el exilio aprendieron a hablar el arameo, la lengua de sus conquistadores, que se hablaba en la mayor parte del Medio Oriente, y retornaron hablando ese idioma. Pero hay evidencias muy fuertes de que buena parte de la población no había olvidado el hebreo, y de que, al menos, lo hablaba la elite religiosa. Muy posiblemente Jesús también.

Alejandro Magno (último tercio del siglo IV A.C.) conquistó el Medio Oriente e impuso la lengua y la cultura griega en los territorios conquistados. Como consecuencia el griego se convirtió en la “lingua franca” del Medio Oriente y del Mediterráneo (como lo es el inglés en nuestros días en el mundo entero). Incluso en Roma parte de la población hablaba también griego (Pablo de Tarso escribió su Epístola a los Romanos en esa lengua, que era posiblemente, dicho sea de paso, su lengua materna, aunque dominaba el hebreo por sus estudios con Gamaliel).

Los romanos no impusieron el latín a la provincia ecuestre de Judea, que era gobernada en tiempos de Jesús por el “gobernador” Poncio Pilatos (Su título oficial era prefecto). Es por tanto poco probable que Jesús lo hablara. Sus diálogos con el gobernador romano que consignan los evangelios se realizaron en griego.

Hay evidencias en el Nuevo Testamento de que Jesús y la población judía hablaban hebreo. Según relata Pablo cuando Jesús resucitado se le apareció camino a Damasco le habló “en lengua hebrea” (Hechos 26:14). Cuando él se dirige a la multitud judía que lo había querido linchar, les habla en “en lengua hebrea”. Cuando ellos lo oyeron hablar “en lengua hebrea”, es decir, en su lengua, según el contexto, guardaron silencio (Hch 21:40 y 22:2). Hay quienes sostienen que eso quiere decir “en arameo”. Pero es improbable que un hombre culto como el médico Lucas, autor del libro de los Hechos de los Apóstoles, confundiera ambas lenguas. Según el evangelio de Juan el título que Pilatos ordenó poner en la cruz de Jesús, y que decía “Jesús nazareno, rey de los judíos” estaba escrito en hebreo, griego y latín (Juan 19:19 y 20). ¿Por qué ordenaría escribirlo también en hebreo si esa lengua no era hablada en Judea?

Los evangelios y el resto del Nuevo Testamento fueron escritos en el griego común (“koiné”) que era hablado en el Medio Oriente. Pero hay evidencias fuertes de que hay un substrato hebreo en su redacción. El hebraísta francés Claude Tresmontant, autor de “Le Christ hébreu”, ha detectado decenas de hebraísmos en el griego de los evangelios. De hecho, San Jerónimo, el autor de la traducción de la Biblia al latín, llamada “Vulgata”, dice que Mateo escribió su evangelio en hebreo. Algunos sostienen que quiso decir arameo. ¿Confundiría el hebreo con el arameo un erudito como Jerónimo, que se había establecido durante años en Belén para aprender hebreo con los rabinos de esa ciudad, y que había traducido de los originales hebreo y arameo el texto del Antiguo Testamento? (La mayor parte del Antiguo Testamento fue escrita en hebreo; sólo algunas cortas secciones lo fueron en arameo). Su testimonio es corroborado por varios escritores cristianos de los primeros siglos, como Papías, Ireneo, Orígenes, Eusebio.

Pero la evidencia más fuerte de la supervivencia del hebreo en Judea la constituyen los manuscritos del Mar Muerto. Estos textos, descubiertos el año 1947 en unas cuevas cerca de dicho lago salado, significaron una revolución para la paleontología bíblica. ¿Por qué motivo los “sectarios de Qumrán”, como se les ha llamado a los cenobitas del desierto que escribieron y usaban esos textos aproximadamente un siglo antes de Jesús, los redactarían mayormente en hebreo si esa no era una lengua viva hablada en su tiempo? Aun uno de los principales defensores de la tesis aramea del origen de los evangelios, el Prof. Mathew Black, ha reconocido que el descubrimiento de esos manuscritos obliga a revisar su teoría.

Es cierto, por el lado contrario, que los evangelios consignan algunas palabras arameas en su texto: “Talita cumi” (niña levántate), “Efata” (ábrete), “Raboni” (maestro), y que el evangelio de Marcos dice que poco antes de expirar Jesús clamó en arameo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?) . Jesús llama a Pedro en arameo Cefas (en el evangelio de Juan 1:42) e igualmente lo llama Pablo así (y no Pedro) en dos de sus epístolas, lo que sería una indicación de Jesús hablaba con sus apóstoles en arameo. Pero en el texto griego de los evangelios figura un número mucho mayor de palabras hebreas que sería muy largo citar aquí. (Las más conocidas son: Mamón, Belcebú, Satán, raca).

Por último, la Mishná, la primera parte del Talmud, publicada en Galilea a inicios del siglo III D.C. fue escrita en hebreo. ¿Por qué lo harían si esa no era una lengua hablada? (La Guemará, la parte más voluminosa de ambos talmud –el jerosalimitano y el babilónico,- fue escrita en arameo entre los siglos IV y VI D.C.)

¿En qué lengua hablaba Jesús? La pregunta es más compleja de lo que parecería superficialmente. Posiblemente hablaba tanto en arameo como en hebreo o en griego, dependiendo de quiénes eran sus interlocutores y en qué lugar se encontraba.

Atentamente,

José Belaunde Moreyra

miércoles, 14 de diciembre de 2011

MATRIMONIO O CONVIVENCIA

Vivir juntos sin casarse, la llamada cohabitación o convivencia, es un mal negocio para la mujer. Ella contribuye con dinero, tiempo y afecto a la relación, pero no recibe a cambio ninguna garantía de estabilidad o de seguridad económica o afectiva, porque la relación puede romperse en cualquier momento a iniciativa de cualquiera de las partes. El matrimonio, en cambio, no puede disolverse así no más y, por tanto, da mayor seguridad a la mujer. Además, y esto es muy importante, le da estatus social. No es lo mismo ser la novia, la amiga o pareja de un hombre que ser su “señora”, su esposa, llevar su apellido.
Comprometerse a fondo con una persona ayuda a estabilizar la relación. Los esposos que han convivido antes de casarse están menos comprometidos el uno con el otro que los que no vivieron juntos, porque empezaron manteniendo “in pectore” la posibilidad de deshacer la relación.
El compromiso engendra confianza mutua. Por ese motivo la interacción en la convivencia es más conflictiva que en el matrimonio, porque hay menos confianza en la otra parte. A la vez, como no hay compromiso ni seguridad en la relación los convivientes tienden a ser manipuladores.
Según estudios realizados, la convivencia suele generar mayor satisfacción sexual al comienzo (y por eso se ha vuelto tan popular), pero a la larga la satisfacción decae. En el matrimonio la satisfacción sexual es de más largo aliento y tiende a profundizarse con el tiempo.
La convivencia es dañina para los hijos comunes de la pareja por la inseguridad intrínseca de la relación, pero lo es sobre todo para los hijos previos de uno y otro. El amigo o la amiga “cama adentro” no son verdaderos padres para ellos. En el Perú los casos de violación de hijos por el conviviente que no es el padre son numerosos. En el matrimonio, los casos de violación de hijos son rarísimos.
Los hombres y mujeres que apuntan al matrimonio y evitan la convivencia escogen mejor a la persona con que se unen, porque lo hacen con más cuidado y reflexión, pensando en el largo plazo . Lo que “invierten” de sí mismos en el matrimonio es mucho más que en la convivencia. Eso es aun más cierto cuando se contrae matrimonio como un compromiso para toda la vida. Pero cuando falta ese compromiso para toda la vida al celebrar las nupcias, el matrimonio es poco más que una convivencia formalizada. Estrictamente en ese caso los esposos están casados sólo a medias y pensarán en el divorcio más fácilmente.
El matrimonio hace también que para los casados (especialmente para las mujeres) la familia se convierta en el aspecto más importante de su vida, más importante que su trabajo. Los casados atesoran además su vida familiar porque son concientes de que contribuye a estabilizarlos emocionalmente.
Todo ser humano tiene una necesidad innata de compañía, de apoyo; de amar y de ser amado. Estas necesidades afectivas básicas suelen ser mejor satisfechas en el matrimonio que en la mera convivencia, porque en ésta el compromiso mutuo es menor y es mayor la independencia que cada parte guarda respecto de la otra. Por tanto, inevitablemente ambos se dan y se entregan menos el uno al otro.
Lamentablemente la TV moderna no pinta con colores favorables al matrimonio, y presenta, en cambio, a la convivencia como algo normal, cuando, de ser realista, debería presentar los inconvenientes que tiene la convivencia, sobre todo para la mujer, y mostrar las grandes ventajas que el matrimonio tiene para la pareja y para sus hijos.