domingo, 19 de octubre de 2008

MAGALY MEDINA EN PRISIÓN

Es posible que se haya cometido un exceso al llevar esposados al penal a Magaly Medina y a su productor. Pero la condena que han sufrido ambos es una muy buena noticia pues por primera vez en el país los tribunales reconocen que existe un límite a la invasión de la esfera privada que el periodista ni nadie debe traspasar. Si no fuera así ¿por qué condenar el chuponeo telefónico?

Magaly ha hecho mucho daño a mucha gente, en su vida familiar y en sus relaciones humanas. Decir que la libertad de expresión autoriza al periodista a hacer daño a otros es aberrante. Si los “urracos” hubieran causado que la víctima de su acoso perdiera un ojo o una pierna en el proceso de persecución ¿no deberían ser condenados a la pérdida de libertad y a pagar una reparación civil adecuada? Pero el daño moral inflingido puede ser aun más grave y de peores consecuencias que el daño físico.

Estrictamente hablando la condena a cinco meses de cárcel es ridícula. Debería haber sido por más tiempo. Pero no sólo ella, también los directivos del canal deberían haber sido condenados, ya que ellos han sido sus cómplices, han promovido sus excesos y se han beneficiado económicamente con el daño que el programa hacía. En rigor, la jueza debió haber condenado también a los anunciantes a asumir solidariamente el pago de la reparación civil. Eso los haría más cautos sobre la forma como invierten el dinero destinado a la publicidad.

La libertad de expresión no puede autorizar a nadie a urgar en las intimidades de una persona que no es delincuente y a revelar aspectos de su vida privada que ella misma no desea hacer públicos. ¿Cubría, por ejemplo, la libertad de expresión el derecho de los paparazzi a perseguir a Lady Diana hasta la muerte?

Las voces discrepantes que la condena ha suscitado en los medios responden, creo yo, a un endiosamiento de la libertad de expresión, como si se tratara de un valor supremo que se sobrepone a todos los demás derechos, o de una patente de corso que todo lo autoriza. El terreno propio de la libertad de expresión, su razón de ser, es la "res” pública, las cosas relativas al gobierno y a la administración pública. Su finalidad es proteger a la democracia del autoritarismo. En ese campo la libertad de criticar o defender a quien fuere es sagrada. Por ese motivo la libertad de expresión incluye también la libre circulación de las noticias, de las opiniones y de las ideas. Pero no puede incluir el entrometerse en el ámbito de la vida privada, a menos que lo ordene un juez.