jueves, 11 de septiembre de 2008

DARWINISMO LABORAL O LA DESHUMANIZACIÓN DEL TRABAJO

Un artículo publicado en la sección del Wall Street Journal del diario “El Comercio”, el miércoles 10 de este mes, informa que Ann Taylor Stores, una de las principales cadenas de tiendas minoristas de ropa femenina de los EEUU, ha implemento un sistema informático de evaluación del desempeño de sus empleados que permite extraerles el jugo para aumentar las ganancias de la empresa.

El sistema, que está conectado con todos los puntos de venta de las tiendas, registra todas las ventas que cierran sus empleados en el día, incluyendo el promedio de ventas por hora, las unidades vendidas, y los dólares por transacción. Estos datos permiten evaluar el desempeño diario de cada empleado.

Los datos obtenidos por el sistema son utilizados para asignar los mejores horarios a los mejores empleados –lo que aumenta su remuneración- y relegar a los turnos menos favorables a los empleados menos rendidores, con perjuicio de sus bolsillos.

Pero si bien este programa ha resultado beneficioso para los resultados económicos de la cadena (que por lo demás, no es la única que ha adoptado este tipo de sistemas) ha tenido un efecto desastroso en el clima laboral de las tiendas, que de ser uno de compañerismo y amistad, ha pasado a ser uno de competencia feroz en el que los vendedores se arrancan las ventas unos a otros.

De ahí que se acuse a este tipo de programas de evaluación, de implantar una forma perversa de darwinismo laboral en sus locales, por analogía con el concepto de supervivencia del más apto, que el naturalista Ch. Darwin desarrolló para explicar la evolución de las especies. Según su teoría, en la competencia por el alimento y las hembras, los especimenes mas fuertes desplazaban o eliminaban a los más débiles, y transmitían en el curso de las generaciones a su progenie, las aptitudes que les habían permitido imponerse sobre los demás (Nota). Esta teoría ha sido aplicada también a la competencia entre las empresas en el mercado: las más eficientes sobreviven y prosperan; las que lo son menos, vegetan o desaparecen.

A este programa innovador los ejecutivos de Ann Taylor lo llaman “gestión del capital humano”. Notemos la implicancia: Sabemos que el capital de una empresa está constituido básicamente por los activos fijos (inmuebles, maquinaria, vehículos), inventarios, dinero en caja y bancos, etc. Bajo la óptica del programa los empleados son considerados como objetos, cosas, igual que los componentes mencionados del capital convencional, y son tratados como tales, para sacar de ellos el mayor provecho posible.

La consecuencia práctica para los empleados es que ya no pueden planificar ordenadamente sus vidas como antes, porque sus horarios de trabajo y sus ingresos varían con los avatares de las ventas, que son cambiantes. Su vida privada y familiar, por ende, sufre.

Los ejecutivos y los accionistas de la empresa aumentan sus ingresos a costa del sufrimiento, o por lo menos, de la incomodidad, de sus empleados. Esto ya no es comer el pan con el sudor de la frente ajena, como ha sido usual en el curso de la historia, sino a costa del malestar inflingido concientemente a sus trabajadores.

¿Cómo no recordar la frase de Pablo a Timoteo: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero…”? (1Tm 6:10).

Si los ejecutivos de la compañía amaran más a sus empleados que al dinero que, en parte, ganan gracias a ellos, no aplicarían esas políticas laborales inmisericordes, sino tratarían de hacer que en sus tiendas prevaleciera un ambiente laboral agradable, que permitiera que sus trabajadores amaran su trabajo y que se alegraran cada día de volver a él. Esos empresarios acumularían de esa manera menos tesoros en la tierra, a cambio de aumentar su tesoro en el cielo. Tendrían, como se dice en el mundo empresarial, una visión de largo plazo para su negocio; en verdad una visión de plazo eterno.

Nota: Pero hay más razones para vincular a este tipo de prácticas inhumanas, laborales o de otro orden, con Darwin. Al postular que el hombre y el mono, partiendo de una célula primigenia, descienden de un antepasado común, es decir, que el ser humano es producto de una evolución biológica ciega y sin propósito, que dio origen a todas las especies de seres vivos, Darwin redujo al hombre a la categoría de un simple animal, que puede ser manipulado, explotado o eliminado, con la misma naturalidad con que se trata al reino animal para provecho del hombre. Darwin proveyó la excusa apropiada para los crueles experimentos con seres humanos hechos por los nazis, así como también para tratar al feto humano como un simple amasijo de células que puede ser abortado sin escrúpulos.

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