La acusación más grave que puede hacerse a la ofensiva desatada por el ejército israelí contra las instalaciones de Hamas en la franja de Gaza es que es una estrategia contraproducente, como lo fue igualmente la ofensiva en el Líbano de hace dos años, donde finalmente Hizbulá quedó con su poder de ataque intacto y un aumentado prestigio entre los islamistas.
En el caso de la ofensiva en Gaza, Israel ha caído en la trampa que le tendió Hamas con sus inefectivos lanzamientos de mortero, que lo único que hacen, como táctica de agresión, es hostilizar a los residentes de los asentimientos judíos pero sin causar casi víctimas. En cambio la ofensiva israelí en Gaza aumenta la popularidad de Hamas entre la población de la franja en detrimento de la popularidad del movimiento más moderado de Al Fatah, al que pertenece al presidente de la autoridad de esa zona, y que está dispuesto a conciliar con Israel.
Este grave error táctico es reconocido por muchos analistas israelíes de prestigio que han criticado severamente al gobierno de su país por esta desafortunada intervención.
Desde el punto de vista puramente humanitario el ataque de la aviación israelí contra las instalaciones de Hamas es claramente injustificable, debido a las numerosas víctimas civiles inocentes que causa. Una ofensiva en tierra, como podría desatarse en cualquier momento, tendría consecuencias mucho peores aun. Paralizaría momentáneamente a los terroristas de Hamas pero, a la larga, los fortalecería. Desgraciadamente el camino de la paciencia y de la negociación diplomática requiere de mucha sabiduría y fortalece de carácter, virtudes ambas de las que la actual -e internamente dividida- coalición gobernante de Israel carece.
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