En un conocido supermarket miraflorino una voz femenina perifonea: “Joven Fulano, acérquese a la Caja Número 4”. ¿Por qué no le dice: “Señor tal, acérquese…”. La palabra “joven” en este contexto suena un poco displicente, casi despectiva.
La gente no es conciente de que ciertos detalles en el trato mutuo dejan una huella profunda en las personas. Como no lo trataron con el respeto que merecía cuando era joven, tampoco él tratará con respeto a los demás cuando sea adulto.
En el Perú no tratamos con respeto a muchas personas, dependiendo de su condición social o de su sexo. “Como te ven, te tratan”, reza el dicho, es decir, según tu aspecto exterior. Eso influye muchísimo en su comportamiento, hacia dos extremos según el temperamento de la gente: El de sentirse menos que otros, por un lado; o el de querer afirmarse con prepotencia por compensación, por otro. Ambos extremos, aunque explicables psicológicamente, son perniciosos.
Entre iguales la gente se trata con respeto. El irrespeto habitual en el trato viene de la noción inconciente de que todos no somos iguales, de que unos son menos que otros, y de que eso justifica el abuso. Ya las formas antiguas de trato más despectivas no se suelen escuchar hoy felizmente, pero la mentalidad subyacente no ha desparecido.
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